¿Es el destino de la humanidad fatalista?
- Soporte Trazzo
- 25 nov 2024
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El cambio climático y la crisis ecológica son problemas globales que parecen estar ligados a conceptos de la termodinámica (la ciencia que estudia la energía y su transformación). Por ejemplo, la dependencia de los combustibles fósiles, el aumento de los residuos, el colapso de los ecosistemas y el desorden planetario se entienden a menudo como un aumento de la entropía (medida del desorden en un sistema).
La segunda ley de la termodinámica establece que, en cualquier transformación energética, siempre habrá una pérdida inevitable de energía útil y un aumento del desorden. Esto ha llevado a dos formas de fatalismo:
1. Fatalismo desaceleracionista: La única solución es reducir nuestro consumo de energía, pero sabiendo que, tarde o temprano, agotaremos nuestros recursos.
2. Fatalismo aceleracionista: Es imposible detener el aumento del desorden; la humanidad siempre tenderá a consumir energía al ritmo más rápido posible.
Ambas perspectivas parecen ineludibles, pero, ¿realmente estamos condenados a este destino?
¿Qué es la entropía y cómo se relaciona con la vida?
El concepto de entropía plantea un dilema: si la naturaleza tiende al desorden, ¿cómo es posible la existencia de la vida, que es altamente organizada? La respuesta está en la termodinámica de sistemas abiertos: los organismos vivos extraen energía del entorno (como la luz solar o los nutrientes) para mantener su organización, devolviendo desechos y calor al ambiente. Es decir, exportan entropía al entorno para mantenerse ordenados internamente.
Un ejemplo:
Un árbol toma luz solar, agua y dióxido de carbono (baja entropía) y los convierte en madera, hojas y oxígeno (orden), pero también libera calor y otros desechos (alta entropía).
¿El propósito de la vida es disipar energía?
Algunos científicos han propuesto que la vida existe para maximizar la disipación de energía. Según esta idea, la evolución de los organismos y sociedades humanas no sería más que una forma de acelerar la conversión de energía en calor y desorden.
Sin embargo, esta perspectiva ignora un punto: la vida no solo disipa energía, sino que también crea orden y gradientes (diferencias de energía como las que forman un río o el viento). Por ejemplo, la fotosíntesis convierte luz en calor y crea biomasa que alimenta otros procesos en la Tierra.
¿Qué es el fatalismo termodinámico?
El fatalismo termodinámico sugiere que la humanidad no puede escapar de su tendencia a aumentar la entropía. Sin embargo, es posible argumentar que este punto de vista es limitado porque:
La Tierra no es un sistema cerrado: Recibe energía constante del Sol, lo que permite la creación de vida y gradientes de energía.
Los sistemas vivos crean nuevas posibilidades: La vida no sigue reglas simples de disipación, sino que organiza y reutiliza energía de formas creativas.
Por ejemplo, las sociedades humanas han desarrollado tecnologías como la agricultura y la energía solar, que pueden aumentar la productividad de los ecosistemas si se usan de manera adecuada.
El papel de la humanidad en el sistema terrestre
La humanidad puede entenderse como una estructura disipativa dentro del sistema terrestre: utiliza energía y expulsa desechos. Sin embargo, la manera en que usamos esa energía puede tener impactos muy distintos:
Fósiles vs. renovables: Mientras que los combustibles fósiles liberan dióxido de carbono y reducen los gradientes naturales, las energías renovables, como la solar, pueden aumentar la energía disponible para todos los procesos vivos.
Reforestación y regeneración: Técnicas como la agricultura regenerativa y la reforestación demuestran que es posible restaurar ecosistemas y aumentar la biodiversidad, lo que beneficia tanto a los humanos como al planeta.
¿Estamos condenados por la termodinámica?
No necesariamente. La termodinámica no dicta cómo debemos usar la energía, solo establece límites físicos. La verdadera cuestión es cómo organizamos nuestras sociedades para usar la energía de manera que regenere en lugar de destruir.
Un ejemplo:
Un panel solar convierte la luz del Sol en electricidad de manera eficiente, pero su fabricación puede causar daño ambiental. Por otro lado, un árbol realiza un trabajo similar (absorbe luz solar), pero también mejora el suelo, captura carbono y produce oxígeno.
Un futuro sostenible es posible
La termodinámica no condena a la humanidad a destruir su entorno; nuestras decisiones son las que marcan la diferencia. Si entendemos nuestra interdependencia con la biosfera, podemos rediseñar nuestras actividades para contribuir a la regeneración de los ecosistemas.
En lugar de un destino fatalista, el desafío es usar nuestra capacidad de coordinar y planificar para imaginar un futuro donde no solo sobrevivamos, sino prosperemos junto con el resto del sistema terrestre. Como seres conscientes, tenemos la responsabilidad de crear gradientes y vida, en lugar de reducirlos.
Fuente: Merlo, A., & Barandiaran, X. E. (2024). Beyond fatalism: Gaia, entropy, and the autonomy of anthropogenic life on Earth. IAS-Research Center for Life, Mind, and Society, Department of Philosophy, University of the Basque Country (UPV/EHU).
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